viernes, 25 de noviembre de 2016

RUTA DEL GALAYO AL MOLAR VIEJO.

El Galayo y el Molar, piezas clave para entender la idiosincrasia de Fuentealbilla, vinculada al agua, fuente de vida y de riqueza. Un “galayo” es una prominencia aguda de roca pelada que se eleva en un monte, y verdaderamente así aparecen estos cuchillos a ambos lados de la estrecha laguna que  a lo largo de los años han abierto las aguas a su paso por esta gran cañada. Estas prominencias agudas de roca pelada son los galayos, que aparecen en forma de estratos  totalmente en vertical en esta orografía tan singular en medio de la llanura Manchuela.

Cuentan los mayores del lugar que en la vida cotidiana de antaño  era lugar de paso, abrevadero de caballerías y calma de la sed de agricultores y caminantes que han utilizado esta vía para cruzar a los pueblos vecinos de Abengibre y Jorquera, e incluso aquellos  que atravesaban la península por este lado, desde la parte de Teruel hacia las tierras levantinas o viceversa, en busca de su preciada sal o cualesquiera  otros menesteres.

Y hay leyendas en torno a este fantástico lugar, asentamiento de pueblos desde más allá de la época del bronce; de hecho se pueden encontrar restos de cerámicas y de pequeñas edificaciones en las lomas colindantes. Se ha creído que  este lago no tiene fondo, como si se tratase de un ojo de mar, pues en tiempos remotos, un carro con sus caballerías incluídas se acercó tanto que terminó colándose en sus aguas y tras una fracasada búsqueda nunca más se ha sabido de él.

Del mismo modo hay un agujero en uno de los farallones verticales en el que a una altura cerca del agua sirve de petición de deseos, y si eres capaz de lanzar e introducir una piedra por el hueco interior, tu deseo se cumplirá.

Sobre “El Molar” también podemos citar algunos aspectos curiosos. Se trata de una finca dedicada a la agricultura y al pastoreo, en la que todavía quedan restos;  de las eras de trillar, de las balsas enormes para riego,  de las  tapias de piedra de los corrales, de la bodega y de las viviendas de los trabajadores, así como de la ermita de San isidro de la que quedan solamente  sus cuatro paredes, ésta situada estratégicamente a vista de los términos de Abengibre, Jorquera y  Fuentealbilla a modo de protectora de las cosechas que algunos años vendrían de vacío. Se dice que su dueño tenía orientada  su casa hacia la ermita para oir misa desde su morada.

Todo construido  sobre un escarpado promontorio que con el paso del tiempo y la falta de verdaderos cimientos no está dejando casi ninguna pared a plomo. Pero principalmente debe su nombre a que en este lugar se tallaban las piedras para los molinos que en épocas anteriores eran tan abundantes especialmente en esta zona donde el cereal era sustento principal.

Actualmente, en la colina frente al Molar Viejo, existe una finca nueva denominada Molar de Rus debido a que el dueño es natural de San Clemente, Cuenca, donde se venera a la Virgen de Rus y le colocó ese nombre. Esta finca mantiene actividades agrícolas y ganaderas, y además funciona como alojamiento rural.
El entorno es de una belleza inigualable.

De camino hacia El Galayo.



¡Al agua ocas!


Ocas en convivencia.


Los farallones y cuchillos de la laguna sin fondo.
Agujero de los deseos, casi al nivel del agua.


La retama, un arbusto con cualidades curativas para las verrugas y con poderes sobrenaturales para encontrar novios y novias casaderas.

Colina junto al Galayo, donde hubo asentamientos iberos.

Nogueras híbridas para producción de madera.

Estratos inclinados de los que se supone, sacaban las muelas de los molinos.

La segunda compuerta del Galayo, unos metros más adelante en dirección a Jorquera donde se une al Júcar.

Aguas que discurren tranquilas por esta cañada.

La depuradora de Fuentealbilla entre los dos estrechamientos del cauce.
Puente que atravesaba la Cañada de Abengibre, destruido por la riada del año 1982.

El Molar Viejo iluminado por un "sol de agua".
Enea o junco de puro, hierba que crece en los cursos de agua lentos y ha tenido múltiples usos especialmente en soguería y trenzado, así como en  fabricación de sillas.

Matarrubia o coscoja, de la familia de las carrascas, su fruto es la bellota y sus hojas dentadas con pinchos se parecen al acebo.

Jorquera, la villa del corregidor del Marquesado de Villena, al fondo.

El arco iris sobre El Molar.


Molar de Rus.
Construcciones de arquitectura rural manchega.

Desde este hueco podemos divisar Jorquera.

Lo viejo y lo nuevo.
La ermita de San isidro.

Desde la ventana de la ermita.

Corrales en ruinas.

Clavo de una portada.

Los pilares de contención ya no sostienen la tapia.

Olmo seco en la orilla de lo que supuestamente podría ser  una era de trillado y aventado de parvas.

Desde el Molar Viejo, el nuevo, parece de cuento de hadas.

Caracoles judíos comestibles, pero en escasos guisos.

Boj o arbusto del que se saca la madera para utensilios de cocina como cucharas, tenedores, mazas...

Nos despedimos del Molar Viejo.

Flecha en dirección hacia el Molar de Rus.
Bancales dispuestos en terrazas.

Balsas de riego en desuso.
La isla en el bancal y su camino empedrado de acceso.

Madrigueras de conejos.




Avestruz en la finca del Molar de Rus.